Polémico y contestatario así fue y continúa siendo hoy Jean Louis Comolli. De paso por Argentina, el teórico y cineasta francés acaba de dictar un seminario llamado Cine e historia. Contra la televisión , tres clases magistrales donde actualizó los problemas ya trabajados en su libro Cine contra espectáculo (1972), editado en español por Manantial. Comolli expresa, como pocos, ese perfil de realizador y crítico que se delineó en la célebre Cahiers du cinema, revista de la cual fue un profuso colaborador entre 1962 y 1978 y en la cual, también, se desempeño como editor. En esta revista, entre 1971 y 1972, el realizador francés publicó seis artículos bajo el título Técnica e ideología, hoy de lectura imprescindible para entender la escena francesa de los nuevos cines cuyas formas renovadoras de representar irrumpían en oposición a la tradición comercial norteamericana. Por entonces, junto a Comolli, la nouvelle vague y directores como Jean Rouch, Edgar Morin y Chris Marker, entre otros, asumían la responsabilidad política de resistir al mercado y a las formas parasitarias del imperio norteamericano.
En su carrera como cineasta Comolli filmó más de cuarenta
documentales, entre los que se destacan La Cecile (1975), o No dejar de ver (si
es posible). En Cine contra espectáculo , el último de sus libros publicado en
Argentina, Comolli analiza la década del 60 a la luz del (peligroso) avance de
la televisión. Otros de sus libros publicados en nuestro idioma son Filmar para
ver y Ver y poder.
La alianza entre espectáculo y mercancía de la que había
anunciado Guy Debord en La sociedad espectáculo (1967), era un hecho consumado
cuando Comolli publica Cine contra espectáculo en 1972. Según observaba el
teórico por aquellos años, nunca la omnipresencia visual y sonora del mercado
había “bombardeado” y penetrado a los hombres con tanta magnitud al punto de
convertirse en el nuevo opio de los pueblos. El resultado es el que ya
conocemos, la dominación por el espectáculo, al extremo de “hacernos amar la
alienación misma”. Ahora bien, la pregunta era, ¿cómo hacer un cine contra
espectáculo? Luchando contra su dominación, combatiéndolo a través de las
formas y modelando un espectador crítico. “El lugar del espectador antes del
invento del cine, en el teatro, por ejemplo, estaba sometido a la regla de
diferir el pasaje al acto. Este lugar del espectador, supone que el espectador
no puede hacer algo porque difirió el pasaje al acto, es decir, es realizado
por los actores en el escenario o la pantalla. Yo no puedo andar a caballo
cuando miro un western , pero John Wayne sí. Entonces, clásicamente, todas las
representaciones se definen por una delegación de poder.”
–¿Y cómo puede redefinirse en la actualidad al espectador
crítico?
–A ver…, ese lugar del lugar del espectador que recién le mencioné hace de él
un ser enfermo que tiene que renunciar a ejercer una parte de sus capacidades
para poder proyectar, imaginariamente, lo que no puede hacer sobre los que
pueden hacerlo. Entonces el espectador no es pasivo, sino que es activo
imaginariamente, su cerebro está extremadamente activo. Entonces este lugar del
espectador se puso en crisis, para el espectador mismo hubo y estamos
asistiendo a lo que se llama cambio de paradigma, el espectador desea actuar,
el espectador no está ya satisfecho con estar en la acción mental y desea estar
en la acción física, lo que es imposible en cine…
–¿Y en la televisión?
–Sí, en la televisión es posible. En mi casa yo paso al acto, suena el teléfono
y atiendo. Entonces desde el punto de vista del lugar del espectador se fue
hacia lo que se podría llamar la entrada del espectador en el pasaje al acto.
Lo que no se puede hacer en el cine ni en el teatro se puede hacer en la propia
casa, si tengo ganas de gritar en mi casa mientras hay una película en tv nadie
me lo impide. Entonces, el pasaje al acto se hizo posible desplazando la
máquina de representación de los lugares públicos a los lugares privados. En
los lugares públicos el pasaje al acto está prohibido por los otros, si en un
cine me levanto grito la gente me dirá que me calle, en mi casa no.
–¿Entonces, si este nuevo espectador ahora actúa en el
pasaje al acto, qué sucede con el mercado?
–El mercado es lo que administra el conjunto de nuestro mundo, nuestras
relaciones, entonces desde el lugar del mercado no pasar al acto es grave, es
un pecado porque el mercado desea el pasaje al acto y su modelo es el de
comprar. Del lado del espectador hay un deseo de actuar y del lado del mercado
hay un deseo de hacer actuar y por eso se pasó de la actividad puramente mental
del cine, yo no puedo actuar, puedo imaginar, actuar mientras dura la película,
que es otra cosa…. Mientras que para el mercado no es deseable, lo que es
deseable es reducir al espectador a un sistema de recepción y reacción porque
eso es lo que da el mercado, indicaciones respecto de lo que vos querés.
–En la televisión estamos frente a una recepción
fragmentaria…
–Claro, pero en el cine no es posible, yo digo que la película es más fuerte
que el espectador porque la película no puede ser detenida por el espectador,
para detener la película hace falta ir a la cabina. Con un dvd aprieto un botón
con una compu, una tecla y se para la película, entonces en el cine la película
siempre es más fuerte que el espectador y fuera del cine, en otras pantallas,
con otras máquinas, el espectador es más fuerte que la película. Esto es lo que
cambia el nuevo poder que se le da al espectador, pero este nuevo poder es lo
que el espectador nos deja como ilusión de poder.
–Entonces, ¿cómo sería la relación entre el pasaje a la
acción y la capacidad crítica?
–Por supuesto que la capacidad crítica disminuye . Precisamente porque cuando
uno está tomado en la acción deja de lado la capacidad reflexiva. Diferir el
pasaje al acto como se hace en el cine o en el teatro quiere decir que se
inscribe la posibilidad del apres coup . El apres coup es una concepción
psicoanalítica, quiere decir que las cosas no ocurren en el momento sino
después, en e l apres coup , el trauma se sufre en el momento, pero actúa mucho
más tarde. Y así funciona el cine después, la película trabaja en nuestro
interior y de a poco se fabrican emociones que puedo sentir, pero no en el
momento en que ocurren. Esto supone una relación de duración entre el objeto,
la obra y la mente.
–¿Así como en su momento el cine estuvo amenazado por la
televisión, hoy cuál es la amenaza?
–La televisión ganó, ya no es una amenaza y el cine no es
una amenaza para la televisión. Ahora lo que se opone no es el cine y la
televisión, lo que se opone es el cuadro que tiene en cuenta lo no visible y el
cuadro que finge ser todo lo visible, sin resto. Esa es la lucha. El cine se
define por la articulación de lo visible y lo no visible. Entonces el cine me
dice todo el tiempo que hay un no visible, mientras que tanto en televisión
como en Internet la imagen se presenta siempre como si todo estuviera allí y
uno olvida lo que no está filmado y sólo se piensa en lo que esta filmado.
Pensar sólo en lo que se ve es perder la experiencia de una parte importante
del mundo, es restringir el campo de visión y esa es la guerra…
–¿Cómo ve el futuro del cine?
–El cine será la próxima Guerra Mundial, porque la batalla económica cambió a
batalla de imágenes. El capital ya no está en las fábricas, está en las
unidades de producción de imágenes. Sony, Time Warner, son empresas donde se
concentró el capital. La producción de imágenes es el nuevo frente de batalla y
las imágenes se producen para hacer creer al espectador que la imagen cuenta
todo lo que es visible. Eso es una manipulación política. En cambio, cuando se
fabrican imágenes donde se comprende que lo visible está fragmentado, que hay
huecos, eso es un acto político, opuesto. Por eso la lucha va a ser entre dos
políticas de la imagen.
Fuente y más
información: http://www.revistaenie.clarin.com/
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