domingo, 27 de marzo de 2011

STANISLAW LEM EN EL RECUERDO (Diario EL PAÍS)


Una jornada para recordar y añorar al gran Stanislaw Lem, (1921-2006) el creador de Solaris y el padre del cosmonauta Ijon Tichy, aquel excéntrico capaz de enzarzarse en desopilantes diálogos con las diferentes versiones de sí mismo que le crean las paradojas temporales en sus viajes a las estrellas. Ayer, con motivo de cumplirse este año el 90 aniversario del nacimiento del genial renovador de la ciencia ficción, la fiesta de la literatura Kosmópolis dedicó tres actos a la bautizada como Operación Lem: una mesa redonda sobre el escritor polaco, una conferencia sobre su obra y el pase de la película basada en sus libros que el autor más apreciaba: Milhojas (Przekladaniec, 1968), de Andrzej Wajda.
De hecho, según explicaba poco antes del pase Wojciech Orlinski, autor de un estudio sobre el escritor, Lem detestaba la mayor parte de filmes sobre sus libros. Curiosamente, el que más rabia le daba era la celebrada versión de Andrei Tarkovsy de Solaris, de 1972. "La odiaba, la encontraba patética, decía que su solemnidad traicionaba el espíritu irónico original". Vaya, pues entonces la versión de Soderbergh de 2002 con George Clooney... "Pues la prefería a la de Tarkovsky, opinaba que al menos mantenía la tensión sexual entre el protagonista y el doble de su mujer muerta".
El filme Milhojas trata de un piloto de rallys que sufre un accidente y es reconstruido con trozos de su hermano muerto, una mujer y un perro, lo que provoca las naturales complicaciones pero también los líos administrativos y las paradojas que tanto interesaban a Lem. Como si se tratara de un argumento del propio autor de La investigación, el actor protagonista de la película murió en accidente de automóvil.
Orlinski está de acuerdo en que la mejor novela de Lem probablemente sea La fiebre del heno. Él conoció a Lem. Dice que era como un caballero de otro siglo (pasado). "Se volvió pesimista con la edad y consideraba que la humanidad se abocaba al suicidio con el progreso". Su obsesión con la muerte, recuerda, le venía de su supervivencia por los pelos bajo la ocupación nazi. "No le gustaba que lo consideraran autor de ciencia ficción. Opinaba que el género fracasaba en predecir el futuro, lo que resumió con el título de su última novela: Fiasco".

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