jueves, 16 de diciembre de 2010

OSCAR NIEMAYER CUMPLIÓ 103 AÑOS (Diario EL PAÍS, España)


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Por Daniel Verdú, Río de Janeiro (Enviado especial) 16/12/2010 Primero desafió al espacio y le declaró la guerra a la línea recta, ese invento con el que sus colegas llevaban siglos levantando construcciones para aguantar el peso del cielo sobre la tierra. Él nunca creyó en esa forma, menos todavía en el reino de los cielos. La curva, la de la montaña, la de las olas de su Copacabana, la de la mujer, esa fue su particular conquista de la libertad. Pero luego, quién sabe si aburrido ya de esa batalla, Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares se enfrentó al tiempo y, con uno de sus ya contadísimos Davidoff entre los dedos, decidió ayer cumplir 103 años . En un día tan señalado, el Centro Niemeyer, la primera obra del arquitecto que se erige en España, quedó inaugurado en Avilés.
Hubo un tiempo en el que Niemeyer se ocupó de diseñar el futuro, un lugar donde las enroscadas construcciones parecían platillos volantes y el hormigón blanco reflejaba una luz como del espacio. Pero el milagro hoy, arcanos de la naturaleza, es que el arquitecto brasileño ha sobrevivido a su propia prospección. Ese advenimiento, el suyo y el de sus ideas, le ha alcanzado pensando en su estudio de Copacabana, en el 3940 de la avenida Atlántica, donde ayer pasó la tarde, como las últimas 100 o 200, mirando al mar y a la tormenta y despachando con sus amigos y colegas sobre los proyectos e ideas que todavía pone en marcha.

Entonces, ¿era este el futuro que imaginó un día? "Bueno, yo soy una persona muy simple. Me gusta estar con la gente que quiero, hablar, trabajar... supongo que debía de ser así", musita sentado en un sillón de piel de su estudio que recoge todo su menudo cuerpo. De repente, cuando parece que estaba dormido o despistado, Niemeyer se yergue un poco en el respaldo, recupera el ánimo y busca conversación. "Lo estoy pasando muy bien, pero ha sido muy exagerado. Ha venido demasiada gente...", dice quitándose importancia.
Esta vez Fidel Castro no ha mandado ningún traje varias tallas grande: "No, pero le quiero mucho. Mi amor por él es más importante que la arquitectura". Y lo mismo opina de Chávez y de Evo Morales, de quienes dice que se han preocupado como nadie por América Latina. Poco a poco va despachando asuntos de la actualidad. Habla de Obama y de las expectativas que ha generado ("tiene mucho trabajo"), del problema nuclear ("hay que ir con cuidado con eso"). Está encantado con Lula y la herencia que ha dejado en el país, le gustan los nuevos arquitectos... Ah, por cierto, ¿fuma todavía, señor Niemeyer? "Bueno, lo justo y necesario". Y así la tarde se consume en el décimo piso del edificio Ypiranga mientras llegan periodistas, documentalistas, colaboradores, amigos...
Pero el primer regalo vino por la mañana. Una multitud le esperaba al otro lado de la bahía de Río, en la costa de Niteroi, la ciudad donde más obra tiene después de la insuperable Brasilia. Con los ojos cubiertos por unas grandes gafas de sol y deslizándose en una silla de ruedas que pilotaban por turnos sus hijos, sobrinos, nietos y bisnietos (todos de un inquietante parecido al patriarca) llegó puntual a la inauguración del edificio que albergará su fundación en Brasil. "Mis amigos vinieron a verme, todo es muy agradable, es una recompensa por mi trabajo", murmuró en una declaración que logró arrancarle la histeria de cientos de periodistas que le esperaban como si fuera un ídolo de adolescentes.
Era su día y cada vez que alguien pronunciaba su nombre, a cada instante que algún invitado se refería a su obra, el público se destrozaba las palmas de las manos. Y él, agradecido, movía un poco la cabeza hacia atrás y alcanzaba a tensionar las comisuras de los labios, y sonreía, sobre todo, cuando su mujer Vera Lucía, con la que se casó a los 98 años y a la que adora contemplar tocando el piano, le susurraba algo a la oreja y le agarraba la mano con una ternura infinita.
Y con la solemnidad musical de su centenario aniversario, al otro lado del Atlántico Avilés celebró también la efeméride con la inauguración del centro que acogerá su fundación en España. Su última gran creación, su "proyecto más importante en Europa". Un enorme complejo situado en los antiguos terrenos de Ensidesa, junto a la ría, llamado a liquidar para siempre el oscuro fantasma de la reconversión industrial. "Es mi primer proyecto en España y estoy muy contento". Su legendaria edad y su desprecio a volar han impedido que pueda bendecir su creación en persona.
Cuando hoy amanezca, con 103 años y un día, la mano centenaria que durante años ha dibujado los trazos de la modernidad no tiene pensado tumbarse a descansar. "Estaré con los amigos, trabajaré, colaboraré con todos para que el mundo sea mejor, haré mis cursos sobre los problemas de la naturaleza y el cosmos... es que tengo un profesor muy inteligente y me muestra la grandeza del universo y lo pequeños que somos". Y entonces sí, se ríe.

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