sábado, 27 de noviembre de 2010

LOS NUEVOS PARADIGMAS DEL CONSUMO Y LA CRÍTICA DE CINE (Por Sergio Wolf para www.otroscines.com)


Los nuevos paradigmas del consumo y la crítica de cine


Mientras se suman las voces a la ya tantas veces anunciada "muerte del cine", tanto los festivales como los críticos tratan de redefinir su sentido (su lugar en el mundo) en medio de la homogeinización de la oferta comercial y los cambios que generan las nuevas tecnologías.

Escribe Sergio Wolf.-
Buenos Aires, Argentina.
Desde hace muchos años vengo leyendo y oyendo que el cine, tal como lo conocimos, agoniza irremediablemente. Cuando llegó el video muchos anunciaron su fin, aunque el efecto democratizador por el acceso a las películas y la posibilidad de revisar su historia y utilizarlo como herramienta de enseñanza y aprendizaje para estudiantes y cineastas amplió sus alcances de manera extraordinaria. El propio Alfred Hitchcock se burló de estas sombrías predicciones, diciendo que mientras haya esposas con vestidos que estrenar el cine seguiría siendo lo que era. Hollywood salió al cruce de esta privatización de la experiencia, de esta conversión doméstica -o domesticada- y reimpulsó su dimensión espectacular y masiva intentando mantener y recuperar a los espectadores que aún anhelaban esa estridencia perceptiva y comunitaria.
Ese fin anunciado -ironizado por Jean-Luc Godard con aquello de “aguardo el fin del cine con optimismo”- siempre me pareció que nacía de un sentimiento muy próximo a la nostalgia, esa aliada fiel de los conservadores y de todos aquellos que prefieren mirar hacia atrás porque el presente y el futuro no los satisfacen, o porque le temen a lo que desconocen y prefieren aferrarse al pasado que, como sabemos, es inmodificable y, por lo tanto, mucho más seguro.
Pero en estos últimos meses me encontré sumergido en interminables diálogos con críticos, directores, productores y programadores de festivales, dando vueltas alrededor de la muerte del cine y ya no era la conversación en clave de lamento sobre lo que el cine fue y ya no volverá ser. Ya no era la cinefilia melancólica y su evocación de las matinés, las funciones en continuado, los grandes palacios monumentales, el cineclubismo y el cine de autor, porque el punto de discusión estaba centrado en los modos en que se ve cine hoy.
Uno de los argumentos recurrentes es el de la reducción del tipo de películas que se ven en las salas, y en cómo incide esto sobre el gusto de los espectadores. Dudo que se vean menos films, y para eso habría que tomar la cantidad de películas estrenadas comercialmente hace cinco años y hoy, por ejemplo, aunque no creo que la diferencia, si la hay, sea el factor determinante de un supuesto cambio de gusto. En todo caso, hay muchas personas a las que les gusta el cine pero no les gusta la mayoría del cine que se estrena, y optan por verlo por otros medios o en otros circuitos, bajando las películas de la web o viéndolas directamente online, en Mubi o Festival Scope, por tomar apenas dos casos entre muchos. O bien adoptan estas opciones frente a la oferta degradada de la copia en DVD en sala, cuando se trata de un formato cuya propia sigla indica que es hogareño y no público.
Sin embargo, esta transformación de los modos en que se consume el cine hoy carece de un factor decisivo: la validación crítica. El ojo del crítico señala, delimita un campo, marca coordenadas, organiza la visión ¿Cómo sabe el cinéfilo qué películas elegir de ese torrente indiscriminado de películas que le son ofrecidas en los sitios? A excepción de las de gran producción, que se hacen visibles por su volumen y persistencia publicitaria, ¿qué les queda a las otras, que son las que conforman casi todo el cine del mundo?
Allí, por supuesto, los festivales de cine funcionan -en el mejor de los casos- como sistemas de orientación. Y la crítica expande o discute esos criterios, pero fija una posición. Y si bien esta modalidad -la conexión entre festivales y crítica- supone un marco de referencia, esto también empieza a resquebrajarse, en la medida en que muchos de los grandes críticos abandonan el ejercicio de la crítica al ser convocados a programar los festivales más importantes, como ocurrió con el muy joven y excelente Scott Foundas, ahora director asociado a la programación del Film Society of Lincoln Center, incluyendo el Festival de Nueva York, para no mencionar otros casos en Chile, España, Francia, Australia y Corea del Sur.
La ecuación se convierte en un sistema sin salida: los pocos buenos films que se estrenan en salas, o las que pueden dar los festivales no tienen un trabajo de validación o cuestionamiento análogo en la crítica, cuyos exponentes más lúcidos devienen programadores, pero cuyos programas cada vez tienen menos interlocutores interesados en darlos a conocer o dar cuenta de esas tendencias cinematográficas. Es cierto que hay mucho cine que se estrena a cuyos espectadores no les interesa lo que la crítica pueda decir de ellos. En todo caso, ése es el cine que seguramente permanecerá. El interrogante está en el otro, el que precisa de una mirada que lo defina. Como siempre, aquello que es más frágil es lo que corre el peligro de desaparecer.

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