viernes, 8 de octubre de 2010

HABLA JUAN VILLORO (Diario EL COMERCIO, Lima, Perú)


Para el escritor e intelectual mexicano Juan Villoro, el Premio Nobel que le fue otorgado a Mario Vargas Llosa fue, en realidad, un premio para la propia Academia Sueca que así, tal vez se libró de otro cuestionamiento eterno, como el no haberle dado el Nobel a Borges, por ejemplo. El mexicano, ganador del Herralde 2004, le dijo a elcomercio.pe que la elección es “indiscutible” y que se ha valorado “su resistencia a las ideas en curso y su desafiante independencia”.
¿Qué le ha parecido que por fin le hayan dado el premio Nobel a Mario Vargas Llosa?
Es algo muy celebrable. Se trata de una justicia demorada, porque Vargas Llosa lo merecía desde hace décadas. El premio honra la lengua y a la propia institución del Nobel, que se premia a sí misma con una elección indiscutible.
¿Qué significa para la literatura en español?
Vargas Llosa es el principal novelista social de nuestro tiempo. Al mismo tiempo, es el gran arquitecto de formas complejas, habitadas por un lenguaje, llano, muchas veces conversacional. Esta mezcla de imaginador audaz y contador cercano lo vuelve único.
¿Por qué le dieron el Nobel ahora a MVLL y no antes?
Eso nadie lo sabe. Pensé que les parecía demasiado provocador en su franqueza política o que necesitaban asociarlo con un cataclismo. Alguna vez dije en broma que los peruanos tenían que organizar una desgracia nacional para que el Nobel compensara a Vargas Llosa con el premio. Sin embargo, justamente se ha valorado su resistencia a las ideas en curso y su desafiante independencia. No es necesario estar de acuerdo con Vargas Llosa para admirarlo a fondo.
¿A qué obra de MVLL le guarda especial cariño?
“La ciudad y los perros” fue una obra esencial para mi generación. La leí a los 16 años, con el deslumbramiento de quien veía ahí un modelo a seguir. Dos años después acompañé a mi padre a Lima y lo convencí de visitar el Colegio Leoncio Prado. Ante aquella fortaleza sentí como si visitara el escenario de “El conde de Montecristo”. Nunca olvidaré el fogonazo que para mí significó ese libro.

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