martes, 16 de febrero de 2010

EL SUEÑO DEL BRASIL (Por Augusto Álvarez Ródrich)

  
Augusto Álvarez Ródrich, en su columna de hoy del Diario La República, escribe desde y sobre el Brasil, comentando sus planes, sueños y realidades. Estamos siendo testigos del nacimiento de una potencia.

La estrategia de la alegría con la modernidad.

RÍO DE JANEIRO.- Discrepo de los estereotipos simplistas que sostienen que los españoles son así, los chilenos asá, y cosas por el estilo, pues en todos lados hay todo tipo de personas, pero podría relajar dicha creencia cuando se habla de la alegría de los brasileños.
Es cierto, me advierten unos amigos en Brasil, donde estoy gracias a una invitación de Embratur, la agencia estatal de promoción del turismo, que esto es Río y carnaval, es decir, que no hay lugar ni momento más entretenido y ruidoso del año.
Pero igual, acá hay una alegría de la gente que se vuelve factor central del modo de vivir y de la perspectiva de este país que en los últimos años ha conseguido un fuerte repunte económico que también se expresa en indicadores como el ingreso al mercado de consumo de unos veinte millones de brasileños.
Jeanine Pires, presidenta de Embratur, nos explica a los periodistas invitados que el turismo es una pieza estratégica del Brasil. Por un lado, por lo que este sector representa en sí mismo como fuente de ingresos y de generación de empleo.
Para ello, han puesto en marcha el plan Acuarela 2020. Este busca aprovechar la poco usual circunstancia de que un mismo país organice, en poco tiempo, el mundial de fútbol (2014) y la olimpiada (2016), para consolidar un liderazgo en el turismo que les permita, dentro de una década, aumentar en más de 300% la entrada anual de divisas que dejan los turistas, llegando a US$17.6 mil millones, y que estos sumen 11.5 millones al año.
Pero Brasil también quiere utilizar el turismo, el mundial y las olimpiadas con un fin más estratégico: que le ayude a dar el gran salto de llegar a ser actor económico internacional de primer orden. Brasil quiere pasar de ser un país conocido principalmente por su música, diseño, fútbol y la alegría de su gente, a ser una nación que, sin perder todo eso, se le perciba con modernidad y capacidad de organización, no solo de megaeventos como el Carnaval de Río –una fiesta espectacular en la que cada noche desfilan unos treinta mil danzantes–, o un mundial o una olimpiada, sino de otro tipo de proyectos como, por ejemplo, la producción y exportación de aviones sofisticados.
A eso juega hoy Brasil y parece bien encaminado para lograrlo, pero sin perder la alegría de su gente, que es motor y factor crucial de este país y que permite, por ejemplo, transformar la semifinal del campeonato carioca entre Fluminense y Vasco da Gama, jugada el sábado en el Maracaná, que futbolísticamente estuvo regular, en el espectáculo más increíble y entretenido por lo que ocurría en las tribunas con las ‘torcidas’.  O, por supuesto, el sensacional carnaval de Río, que constituye la fiesta popular más importante del planeta y que atrae a 730 mil turistas, le deja a la ciudad US$528 millones, y genera 123 mil empleos directos e indirectos.


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