martes, 19 de enero de 2010

PLATAFORMA (Jia Zhang Ke, 2000, China)



El cineasta más importante de la China continental se llama Jia Zhang Ke (Fenyang, Shanxi, 1970). Es improbable que una cinta suya se estrene en el país; de manera que los cinéfilos suplimos esa carencia valiéndonos de los viajes al exterior, de las proyecciones en el circuito cultural o de las ediciones en DVD. Para mayor abundamiento, diremos que una obra tan noble y diferenciada, tan llena de persuasión política, dialogante y desnuda, aviva la polarización entre los críticos tradicionalistas y los críticos progresistas, si los hubieran. Un debate sobre Jia Zhang Ke o sobre cualquier forma de cine minimalista, debiera contener más ideas y menos epítetos, aunque ésta siempre es la excepción.


Plataforma (Zhantai, 2000) es una cinta notable en la que se percibe un trazo febril, lleno de angustia y tristeza. El autor suministra las dosis exactas de conciencia analítica sobre un tiempo pasado que le atañe, a los propósitos de neutralizar cualquier posibilidad de nostalgia. Zhan Ke despoja de añoranza el recuerdo privado utilizando sistemáticamente el plano fijo de larga duración para construir un relato simple, potable, testimonial.



La historia ocurre en Fenyang, provincia de Shanxi, en la China Popular, (la localidad donde nació y se crió el director). Corre el año de 1979 y en las postrimerías del régimen de Mao Zedong, la Revolución Cultural ha impactado negativamente en aquella localidad montañosa y minera. La miseria, el inconformismo, el atraso social y cultural, no pueden disimularse más. Los personajes de Plataforma son un grupo de chicos y chicas en sus veinte, integrantes de una compañía de teatro itinerante (cuyas representaciones mezclan el “vaudeville” y el sainete político) y que son registrados en sus andanzas por una cámara fija, a lo largo de calles polvorientas, deambulando por la “plataforma” -que no es sino un palacete milenario- improvisado como conjunto habitacional, cerca de una estación de autobuses.

Minglian, el personaje estelar del filme, es un muchacho sin horizontes, rebelde, lleno de humanidad, que usa gruesos anteojos de carey, jeans apretados, habla a viva voz y apura millones de cigarrillos. Es a través de él que el espectador descubre el empobrecimiento del mundo rural y es por él y por sus amigos que se intuye un tiempo de crisis; un proceso de reformas (impulsadas por Deng Ziao Ping desde el poder central) que inauguran la “occidentalización” de la China, y que llevan al muchacho a despojarse de sus cadenas y grilletes, a traspasar la “plataforma” y descubrir infelizmente nuevas e insubstanciales formas de vida (la serie de TV “Los comandos de Garrison”, la música pop taiwanesa, el cine de la India) que son el sustrato para que se aten y se desaten las relaciones amicales y amorosas.



¿Qué está más al norte de Fenyang? ¿Mongolia, URSS, el mar? ¿Qué? Se pregunta un personaje muerto de aburrimiento. En otra escena una chica es persuadida por su novio para aplicarse una “permanente de cabello” ¿Para lucir más bella o para que la vida deje de ser tan aburrida? Da lo mismo, cuando no se puede vivir la sexualidad a plenitud por culpa de la política demográfica estatal o por la oficialización de las prácticas abortivas que han terminado por agudizar los conflictos generacionales, la institución matrimonial y el índice de natalidad. Minglian es testigo de una pelea entre sus padres por infidelidad marital; que lo lleva a refugiarse en la compañía de teatro; compañía de teatro que terminará siendo privatizada; y con el idealismo herido, Minglian se alejará de su “enamorada”, que no le corresponde. Es evidente que en Fengyan se respira inseguridad y hastío.

Jia Zhang Ke articula el relato utilizando tres materias primas esenciales: los actores, las locaciones y el sonido directo. A partir de esos tres componentes construye una representación sobre la década perdida, sobre el desgaire pesimista y la sinrazón de emerger. Asociando el plano fijo con la anécdota; y componiendo concentraciones dramáticas mínimas, sucesivas, Jia Zhang Ke evita el “descarnamiento”, el miserabilismo y apuesta todo por las elipsis, a cual más bella y fluidificante.



Podría decirse que Plataforma es una expresión programada sobre esa “desprogramación” de la vida rural. Minglian y sus amigos descubren que la modernidad es una falsa promesa. Que es un tren que nadie tenía previsto tomar. La onda “punkie-popera” de la banda que forman Minglian y sus amigos -tras la disolución de la compañía de teatro- constituye un entusiasmo pasajero, que no puede satisfacer las carencias embalsadas. Como todas las modas juveniles, la banda ayuda a sobrellevar la miseria; pero conduce al punto de partida, o sea a una miseria mayor. Minglian y sus camaradas regresan a casa y caen en la cuenta que la vida no cambió, que el atraso los supera y que corresponde echar raíces, panza y trabajar.

Plataforma disparó internacionalmente la carrera de Jia Zhang Ke y lo colocó en la pole position del llamado “otro cine”, tan esquivo entre nosotros. Placeres desconocidos (2002), El mundo (2004), Naturaleza muerta (2006), Dong (2006) y 24 City (2008) son películas extraordinarias, ampliamente recomendables, que nos llevan a la certeza de que Jia Zhang Ke es lo mejor que le pudo haber pasado al cine chino. Y a los espectadores del mundo.




Por Óscar Contreras - junio de 2008

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