sábado, 23 de enero de 2010

LA BELLA SOLEDAD VILLAMIL (El País - España)


Una de las actrices más bellas del cine argentino, Soledad Villamil (Un oso rojo, El secreto de sus ojos, No sos vos, soy yo) conversa con el Diario EL PAÍS de España sobre su carrera como cantante, que positivamente le viene colmando de elogios y de una gran popularidad en Argentina y Europa.

Llega discreta, tímida y casi traslúcida. Alta, muy guapa, el pelo ondulado recogido en una coleta. El estrés apenas oculto tras una fachada serena. Soledad Villamil (Buenos Aires, 1969), que acaba de conquistar los corazones con El secreto de sus ojos, que pugna por goyas y oscars, se estrena hoy como cantante en España, en el marco del festival BarnaSants de Barcelona. Los músicos han sufrido un retraso en el avión y la apretadísima agenda que la acompaña ha quedado patas arriba. Apenas desmenuza una pequeña rama de grosella que decora su tarta de frutas. Es de esas personas que miran fijo a los ojos al hablar. "No estoy nerviosa. En estos últimos años he cantado muchísimo. Soy antes cantante que actriz".

Su disco quiere importar la cultura de su país: 12 temas con el dolor del tango, la milonga, el vals y el bolero. Y la célebre copla Ojos verdes, un tema que la cantante aprendió de una tía abuela española, bailaora de flamenco en Buenos Aires. El disco se llama Morir de amor, pero Villamil aclara el asunto: "Morir de amor no es sentir que se tiene un puñal clavado en el pecho. Morir de amor es el éxtasis de un sentimiento que cuando es llevado al máximo te acerca a la muerte y te aleja del tiempo".

Villamil, que lleva 11 años junto al actor y director argentino Federico Olivera, con quien tiene dos hijas, explica que se vive, se padece y se sufre por amor, pero que para que una historia funcione no hay fórmula alguna. Hay que ir inventándosela. "No se puede pretender que la persona que está a tu lado sirva para cubrir agujeros negros", explica. "Una pareja es una unión de dos seres autónomos que se encuentran en un momento determinado. No puedes dejar tu felicidad en manos de otro; es el camino más rápido para fracasar".

Escoge una de las fresas que cubren la base de la tarta. "Pido fruta porque en los hoteles es difícil conseguirla", dice con una sonrisa.



Aunque la fama le ha venido por su faceta de actriz, la música fue su primera vocación. Las clases de piano, flauta travesera, guitarra y canto amenizaban sus tardes de escolar. El ambiente familiar, con una madre coreógrafa, una hermana bailarina y otro músico, hizo el resto. Su padre, militante de izquierdas y melómano confeso, le transmitió la pasión por la música. Y le enseñó lo que era crecer con el miedo y el peligro en el cuerpo. "Me llamaban al colegio diciéndome que fuera a casa de mi abuela; ya sabía que no iba a volver a casa", recuerda. Lo que le valió para pasar la infancia en siete barrios diferentes de Buenos Aires.

En Argentina el éxito de su música ha sido rotundo. Para el mes de febrero tiene programados 12 conciertos. "Nunca pienso en el resultado, trabajo desde mi corazón, haciendo las cosas que mi intuición quiere".

La misma intuición que le reveló, al leer el guión de El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, que el filme, que representa a Argentina en los Oscar y le ha valido la nominación a los Goya como mejor actriz revelación, sería un éxito.

El vaso de agua que ha pedido queda intacto. "La próxima vez que vaya de viaje traeré conmigo a mis hijas, las extraño demasiado", dice con un suspiro de añoranza apurando los últimos frutos rojos de la tarta.


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