domingo, 24 de enero de 2010

CHILE, AFTERMATH



El politólogo peruano Alberto Adrianzén ensaya una lectura ex post y desde el socialismo sobre las elecciones presidenciales en Chile. Es a partir de las afinidades compartidas con el país del sur (en materia económica, de productividad, de gestión pública y de gobernabilidad) que el Perú ha seguido con mucho interés este proceso electoral. Y, por cierto, que la decisión soberana del pueblo chileno de elegir -el domingo pasado- con estrecho margen diferencial al empresario Sebastián Piñera como nuevo Presidente, abre una esperanza sobre el incremento de las complementariedades políticas, económicas y comerciales con el Perú.

CHILE: MÁS ALLÁ DE LA DERROTA
Por Alberto Adrianzén.-
http://www.larepublica.pe/

Hace unos días José Natanson del diario argentino Página 12, publicó un interesante artículo (18/1/10) sobre el triunfo de Sebastián Piñera en Chile. Natanson lo tituló el “Fin de una era”. Sin embargo cabe preguntarse qué debemos entender por ello. La idea de que Chile vivió de día hasta el último domingo y que hoy, luego del triunfo de la derecha, vivirá de noche, es un error.


También decir que la Concertación fracasó porque se quedó con el libreto neoliberal o porque tuvo un mal candidato o porque 20 años de gobierno desgasta o porque estaba dividida.

Probablemente todo ello, más otros factores, expliquen su derrota electoral, pero no lo que Natanson llama “el fin de una era”. Y si bien el triunfo de Piñera fue realmente ajustadísimo, lo que refleja la fuerza de la Concertación, sería bueno preguntarnos también por qué pese a los logros económicos y sociales, muchos de ellos espectaculares, Chile ha optado por una derecha que radicalizará el modelo neoliberal (ya se habla de eliminar el salario mínimo y flexibilizar aún más el mercado laboral) y que aliente el regreso del pinochetismo.

Por eso la teoría del desgaste o del mal candidato para explicar esta derrota es insuficiente. Es cierto que 20 años en el gobierno desgastan, pero como me dice un amigo chileno y socialista, en un correo reciente, “el desgaste lleva a la ausencia de ideas, el dejar hacer (característica especial de este gobierno), carencia de responsabilidad social ... y así se acumulan las deficiencias; de las cuales hay muchos ejemplos: huelga de los profes, mala calidad de la educación, serias deficiencias en la gestión de salud, falta de preocupación por los sectores medios ... etc”.

Como señala Natanson, el triunfo de Piñera y el inicio de una “nueva era”, tiene como causas principales las económicas-sociales, en particular la relación entre inequidad y política económica, lo que se expresa en una persistente y gran desigualdad, importa decir además, es que esa desigualdad “no es el resultado de una desviación susceptible de ser corregida mediante políticas específicas, sino parte esencial de un diseño que la Concertación no ha querido o no ha sabido o no podido modificar”. En este caso, la desigualdad es una opción.

Todo ello nos debería llevar a preguntarnos si basta con administrar el consenso pinochetista (también se puede decir neoliberal o capitalista), incluso con cambios y logros sociales importantes, para mantener la hegemonía de las fuerzas progresistas.

Por eso creo que la derrota de la Concertación y principalmente del socialismo chileno, se fundamenta en que no pudo cambiar el gran consenso pinochetista que es económico, pero sobre todo cultural y político y producir más igualdad. Carencias que se resumen en las siguientes palabras de este amigo chileno: “respecto al socialismo ... eso en este país no es tema”. En realidad, los socialistas chilenos no encontraron (sé que es muy difícil hacerlo) una manera de gobernar realista pero “socialistamente” el país.

Algunos dirán que esta frase es fácil decirla y difícil hacerla, pero ello no anula dicha problemática. Más aún cuando algunos socialistas chilenos pasaron de administrar el gobierno a administrar grandes empresas y, hasta incluso, a ejercer un abierto lobbismo empresarial. Es decir, a sumarse a determinados grupos sociales a los que decían combatir. Ese desplazamiento, más la falta de un debate sobre el socialismo (más allá que esto suene poco político y nada realista), y gestionar, es cierto eficientemente, un modelo que no era suyo, terminaron por desdibujar la identidad socialista y convertir a las elecciones en una disputa casi entre iguales y alejar a sus electores. Por eso el fin de una era no se vincula solamente al fin de la hegemonía de la Concertación sino también a un tipo de socialismo que cree que en la administración del consenso capitalista y en compartir los mismos espacios con los grupos privilegiados que dice criticar, está su futuro.

(*) albertoadrianzen.lamula.pe


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