domingo, 17 de enero de 2010

ATRÁPAME SI PUEDES (Steven Spielberg, EE.UU 2003)



Steven Spielberg (Cincinnati, 1946) es el director de cine independiente más grande del mundo. Su posicionamiento en la gran industria le faculta a hacer lo que le viene en gana y casi siempre lo hace bien; embolsicándose al público y a la crítica con propuestas personalísimas que no escatiman en presupuesto ni en riesgos. No es que tenga la vida hecha pero en un quinquenio, entre Jurassic Park (1993) y Rescatando al Soldado Ryan (1998), Spielberg ha demostrado tener un enorme espíritu aventurero, disciplina financiera y gran aplicación para construir relatos clásicos que conversan con la experimentación audiovisual. Pruebas al canto: Inteligencia Artificial (2001), Sentencia Previa (2002) y Atrápame si puedes (2002), eslabones que se engarzan en una cadena de triunfos.

Atrápame si puedes es una de las grandes películas americanas de los últimos años. Está inspirada en la verdadera historia de Frank William Abagnale Jr. el más joven y brillante de los estafadores en los anales del FBI quién apenas cumplidos los 16 años en 1963 era perseguido en toda la Unión Americana por haber girado cheques falsificados por un monto de 4 millones de dólares. También se hizo pasar por piloto de la Pan American Airlines y ejerció de manera espuria la medicina y el derecho en los Estados de Georgia y Louisiana. Con esos antecedentes, el guionista Jeff Nathanson opta por la clave deportiva a contravía de la sordidez o la afectación que pudieran haber sido aplicadas en una narración sobre una carrera criminal que finalmente pagó.

El nivel de complicidad entre la película y el espectador lo definen los colores cálidos de Janusz Kaminski y una formidable banda sonora a cargo de John Williams. Y toda la fisicidad desplegada por Leonardo Di Caprio como Abagnale (en un registro absolutamente distinto a Pandillas de Nueva York, por ejemplo); Tom Hanks como Carl Hanratty, el agente del FBI obsesionado con su captura; y el gran Christopher Walken (como Frank Abagnale, padre) en uno de esos roles secundarios entrañables, definidos con trazos seguros, a saber, despliegues de entusiasmo (verbigracia, el baile con la esposa interpretada por la francesa Natalie Baye), o contención (el rostro afligido en el comedor de un lujoso hotel recibiendo las llaves de un Cadillac) o encubriendo a su hijo no sin dolor (vistiendo un ridículo traje de cartero). Además, están a la vista los billetes, los cheques y la manera como circulan de mano en mano, a partir de la simulación, las falsas apariencias y el engaño, todo servido por una edición resuelta, con reminiscencias de Robert Bresson y de su notable Pickpocket.





Ya desde los esplendidos títulos de crédito, en la línea de trabajo de Saul Bass durante los años cincuenta y sesenta, queda resumida la trama de este filme donde el humor, la opulencia femenina o el Come flight with me de Sinatra mientan las conductas de los protagonistas y justifican la ausencia de amor condicional, el divorcio y la obsesión por un mundo de apariencias y éxito. La mirada relajada de Spielberg, con ánimo de capturar un tiempo en el que Norteamérica todavía creía en sueños, es muy lograda y sugiere su gran estima por las películas de Blake Edwards y Stanley Donen -en el periplo europeo de este ultimo- durante los 60´.

Por Oscar Contreras - mayo de 2004





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